(des)encuentro


Ahora la vida es fácil, mirarla dormir junto a mí, sentir de cerca la respiración de su sueño es todo lo me había hecho falta. Dormimos abrazados, nunca había tenido su cuerpo tan palpitante junto al mío, está tan cerca que puedo ser consciente del ritmo de sus latidos, de esa sangre perfumada que atesoro cada vez que nos besamos. Me alejo con cuidado, cautelosamente, la observo desde la silla del velador, donde están la botella de vino y los libros que ella me trajo. Prendo la lámpara, tan solo para iluminarle el rostro ¿En que sueña? ¿Qué cosas imagina? ¿Qué es eso que le hace fruncir la nariz? Probablemente sólo cerró los ojos y sus ideas se mezclaron con recuerdos; de los últimos meses de esos últimos ocho años, la rutina del trabajo detestable, su hija de vacaciones en Colombia. Me siento más responsable ahora, ahora que asumí esa posición: que las dos estarían en mi vida, y debo confesar que me aterra el compromiso, el pacto y las buenas costumbres ¿Seré un buen padre? ¿La niña me querrá? ¿Mis actitudes serán un ejemplo? Son pensamientos que me distraen de contemplar su cuerpo desnudo en la cama. En el cuarto contiguo un hombre tose y vuelve a dormir, se atraganta con sus propios ronquidos y se despierta exaltando la respiración ¿Es este el termino del encantamiento? Me pregunto, sin dejar de mirarla dormir, esta vez con las manos juntas en el pecho, como si estuviese orando ¿Es aquel hombre que duerme en el otro cuarto el mundo de afuera? El mundo que formamos aquí es diferente; en esta habitación donde desempacamos sus ropas, donde acomodamos nuestras pertenencias, una al lado de la otra, donde ordenamos las cosas para que compartamos nuestra vida estos días, donde el humo de nuestros cigarrillos deambula por las paredes. Donde al principio se instauró un beso tímido e infantil, que me recordó el sabor de sus labios a los quince años. La veo, sin dejarla de pensar, cada vez más parecida a los dibujos que me había hecho en la cabeza días atrás, cuando la promesa de su llegada no era aún la realidad misma. Y es curioso (bastante curioso) pues la realidad que tengo temiblemente frente a mis narices, tiene un tinte de irreal. Cuando enciendo el celular y su pantallita me muestra la vida de la demás gente: falsas fotografías, falsas sonrisas, falso entusiasmo por los viajes, creo entender que el camino correcto es este, siempre ella fue el camino más acertado, su cuerpo es, ante todo, la certidumbre de las cosas. El foco brilla demasiado, temo que se despierte, entonces alargo el brazo para apagar el interruptor, y quedamos los dos en la oscuridad, ella se voltea sigilosamente en las sábanas, dándome la espalda, su silueta articulada, sinuosa como la de una serpiente, me muestra la ridícula indiferencia a la que me está condenando. Pese a todo la prefiero así, devolviéndome los pies a la tierra fresca, así puedo volver a imaginarla mañana, tengo más posibilidades de desdibujarla y ensuciar mis ideas, para después intentar una vez más, por la noche tal vez, junto a una botella de vino, recuperar el embrujo de esos besos y esas manos de pianista que saben acariciar. 

Ahora es de día y ella está en la ducha. Le tomé una fotografía antes de despertarse, para tener un recuerdo físico de todo lo que me había desvelado la noche anterior, fumando cigarrillos, inclinado de tanto en tanto hacia su tierna naricita, haciéndome preguntas y preguntándole, acaso a sus sueños, qué era lo que nos depararía la mañana próxima. Y esta misma luz de día no me daba en un principio la seguridad de las respuestas. Ella sale de la ducha y se sienta frente al tocador, secándose el pelo mientras me mira a través del espejo (The room is on fire and she's fixing her hair) le tomo otra fotografía, donde sale sonriéndome. Y esto mismo, la sonrisa mas pura, es la respuesta a todas mis divagaciones, esta foto que tengo ahora en mis manos es la seguridad de todo lo que viví con ella, la vida que deja de ser un revoloteo, las uñas pintadas de los pies, el maquillaje indeleble de su mirada, la niña que no conozco, su carácter difícil, el embrujo de las horas que transcurren muy lentamente. Quisiera llevar puesto algo tuyo para siempre, una diadema o una mariposa, y que me acompañen, mientras boto la colilla por la ventana y escondo la pipa en las plantas. Sé, aunque mi egoísmo lo niegue una y otra vez, que estos días no pensaré más en mis cosas, pensaré en las cualidades que me hacen falta para ser tuyo, dejaré de dibujar, aunque me hubiese gustado mucho poder dibujarte a lápiz y pintarte en acuarela (puesto que estoy enamorado, y presumo que esas cosas son las que hacen las personas así) pero dejo todo, y no tengo miedo a perderme.

Comentarios

  1. no dejes ir al amor de tu vida una vez mas!

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  2. Cuando uno se enamora es capaz de todo!!!!
    Hasta de perderse uno mismo!
    Y cuando es tu verdadero no hay nadie q pueda cambiar eso,si es tu felicidad no la vuelvas a dejar ir!
    balup

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