Domingo

Curiosamente voy persiguiendo una nueva idea y como pasa siempre con las nuevas ideas, no se sabe hasta cuando y hasta dónde llegará uno tan sólo para descubrir si funciona, si es un consuelo. He escrito algo, he pintado una imagen, y voy desarrollándola, escribiendo más sobre ella, para conocerla, para saber de lo que se trata, qué es lo que esconde. 

“Siempre que lo oía me daba por buscarlo desesperadamente en el espacio azul hasta que lo encontraba y me quedaba mirando aquella máquina increíble, que pasaba por encima de las nubes, deshaciéndolas, rugiendo como un animal, Clara decía que se parecía a una ballena, pero para mí era un león”.

Un niño que mira con detenimiento el pasar de un avión, y lo compara con un león, que trota en un campo abierto, que busca una presa, y el espacio azul es sólo un transitar más. Después desaparecerá y tendré que inventar más cosas, buscar información con la obsesión que corresponde. Pero esta imagen me sostiene, me da motivos para pintar o dibujar o escribir. A momentos, cuando no estoy en la computadora, me llevo papelitos sueltos y voy escribiendo las ideas que se me ocurren de repente, sin tiempo a adornar nada, lo que importa es aprovechar el momento, creer que aquella fue una idea ¿Será una idea? ¿Y para quién es esta idea?

Durante mucho tiempo he estado callado, sin ganas de contar nada a nadie, sin nada que compartir, hasta que una imagen romántica me despierta. El taller está sucio he desistido de dibujar para poder escribir tranquilamente, he oído que el transitar las cosas de una forma violenta produce un gasto de energía, y es evidente; el campo de la gráfica es bastante diferente al de la escritura y en algún punto, yo, que me creo ilustrador, siento que son la misma cosa, la paradoja inevitable. Pero trato de pasearme con precaución, como  lo hacen los viejos, caminando despacio, respetando las baldosas resbaladizas, con temor a no lastimarme, será cierto que ya no tengo veinte años.

Esta canción me ha alegrado el día.