tan triste como ellas



Esta ilustración nostálgica, pensando en esa luna brillante; de tinta negra. 
Onetti empieza este cuento develando una confesión “Nunca miré de frente tu cara, nunca te mostré la mía” El artífice, el mentiroso, el ilustrador que intenta interpretar quizá piense en fórmulas más directas y más eficaces.  Pero ¿Cómo aclimatar una narración onettiana? ¿Cómo dibujarle el rostro a una mujer insignificante, que no tiene mucha importancia hasta que decide apretar el gatillo con el cañón dentro la boca, entonces, ella misma se glorifica, se endiosa? 
"De vuelta al cuarto del niño, le robó la bolsa de agua caliente. En el dormitorio, envolvió en ella el Smith and Wesson, aguardando con paciencia que el caño adquiriera temperatura humana para la boca ansiosa.       Admitió, sin vergüenza, la farsa que estaba cumpliendo. Luego escuchó, sin prisa, sin miedo, los tres golpes fallidos del percutor. Escuchó, por segundos, el cuarto tiro de la bala que le rompía el cerebro. Sin entender, estuvo un tiempo en la primera noche y la luna, creyó que volvía a tener derramado en su garganta el sabor del hombre, tan parecido al pasto fresco, a la felicidad y al veraneo. Avanzaba pertinaz en cada bocacalle del sueño y el cerebro deshechos, en cada momento de fatiga mientras remontaba la cuesta interminable, semidesnuda, torcida por la valija. La luna continuaba creciendo. Ella, horadando la noche con sus pequeños senos resplandecientes y duros como el zinc, siguió marchando hasta hundirse en la luna desmesurada que la había esperado, segura, años, no muchos."
Estos párrafos son los que me mostraron el camino para poder interpretar; para poder trasladar imágenes a espacios distintos. La fórmula es sencilla: La mitad de la luna sirve de luz, la cuarta lágrima ingresa a la zona oscura del rostro, precisamente porque el cuarto intento es el que pone fin a su vida: "admitió, sin vergüenza, la farsa que estaba cumpliendo. Luego escuchó, sin prisa, sin miedo, los tres golpes fallidos del percutor. Escuchó, por segundos, el cuarto tiro de la bala que le rompía el cerebro" 

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