sábado


Si dejaba esa rutina de pronto caía en un mal humor o en un deseo irreprimible por llorar. Y pasaba los días encerrado en el taller, fumando, durmiendo en el suelo, sin bañarme, sin ganas de nada, más que escuchar música, a veces ese gran disco “Rising Son” pero otras veces sentía un cansancio apabullante y me quedaba quieto, mirando los dibujos que había pegado en la pared, esperando la bondad de cualquier gesto, cualquier llamada que me saque por un momento de este rostro mísero, de ésta suciedad, de ésta piel salada y asquerosa. 



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