Los espejos


       Mi Padre intentó golpearme hoy,  Madre lo detuvo y le gritó. Mi padre sacudió la mesa, lanzó los platos a la pared, después se fue muy molesto “No quiero verte vestido así” gritó. Fue ahí que mi Madre me agarró de las manos y las apretó muchísimo mientras me miraba a los ojos y decía, muy enérgicamente, con una voz entrecortada y furiosa “¡Miráte al espejo!” quise soltar algo, replicarle, decirle que siempre estoy mirando los espejos, que me paso todos los días pintando en el espejo la mujer que quisiera ser. Pero olvidé todo y agaché la mirada, es difícil soltar palabras cuando uno siente tanto dolor. Por la noche Valeria entró a mi habitación y se recostó a mi lado, yo había terminado de llorar y estaba intentando dormir, hasta que sentí ese cuerpo que bruscamente se estrujó a lado mío, y entonces sentí una mano nerviosa tratando de desabotonar el pantalón de mi pijama y una vez sostenida aquella cosa muerta de la que siempre sentiré vergüenza Valeria empezó a frotarme con la palma de su mano, inquieta, asqueada pero enérgica, con un jadeo incipiente que por momentos eran las lágrimas de Mamá.

       Salía una canción de algún lado.
       Soñé algo terrible y desperté con ese sabor amargo que sigue a una pesadilla; es algo de colores violentos que difícilmente puedes explicar cuando un amigo te pregunta qué es lo que has soñado que te trae tan nerviosa. Estábamos, Vale y yo en una nuestra habitación, sentadas en una penumbra, mirando la ropa amontonada en la cama. Encendimos un cigarrillo y empezamos a jugar con el humo, con las colillas rotas. De pronto, no puedo explicar bien porqué, nos tumbamos en el suelo y nos quedamos por mucho tiempo mirando el cielo raso, las figuras que formaban las grietas del techo (Algo que me contaban desde muy pequeña era que al comienzo de todo, cuando mi Madre y mi Padre vivían aquí, las habitaciones no tenían espejos, el único, que era muy pequeño y nada brillante, estaba en el tocador. Ahora, hay cinco, en cada habitación de la casa, la primera, la que ocupa Vale, es la habitación donde existen más espejos, de todos los tamaños, la segunda, la de mi Padre y mi Madre, solo tiene un espejo pero es un espejo inmenso, con el marco estilo imperial, la tercera, la que compartíamos mi hermana y yo es la habitación donde los espejos están ubicados a lado de las  ventanas, de manera que el reflejo del espejo se puede ver aún de noche, gracias al reflejo que proyecta la luna. Las otras habitaciones están siempre cerradas, pero sé que también hay por lo menos dos espejos dentro ellas) En el sueño, cuando Vale y yo nos quedamos atontadas por el cielo raso, súbitamente, y como si fuese un golpe dentro de la tierra, la noche se hizo día y empezaron a crujir las paredes, la puerta, la ventana y los espejos. Vale y yo sentíamos que de alguna forma y en cualquier momento las paredes se cerrarían hacía nuestro lado, al lado de acá, y el techo se desplomaría hacia nosotras, Vale (aún en el sueño) me repetía que las cosas se iban a caer. Desperté sudando, con el pulso acelerado.

       Cuando me levanté la cama estaba desordenada, como si me hubiese inquietado durante el sueño y hubiese tratado de huir, me di cuenta que el espejito del tocador se había caído, alargué la mano para recogerlo, al mirar dentro, una sinuosa rajadura dividía mi rostro por la mitad, un lado sonreía, ese lado que era yo misma y que nunca supe ver, y me gustaba más.



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