Polvo


"¿Te vas?" preguntas. Sabes que no me iría por más que lo necesite. Hoy, ahora, me tienes en una posición donde el rechazo no existe. No me voy, no quiero alejarme de ti y que después vayas caminando por ahí, llorando a tu manera, fumando sin mí. No me voy, te repito que no me voy, te tomo de la mano y me quedo fijamente entretenido con las cicatrices de la muñeca, las que te hiciste cuando viste a tu mamá postrada en la cama, con la nariz fina y los ojos pálidos. Ahora sí te beso, agarro tus labios y quisiera romperlos con la mano, que tus labios se conviertan en algo material, algo que puedo sostener con las manos. Quiero que te calles y que no digas nada más, quiero que no te parezcas a ninguna otra chica, porque no lo necesitas querida, no necesitas de este encuentro, no necesitas esperar nada de nadie, ni de mí, ni de él. Sólo necesitas morder torpemente mi piel, beber lo que te brindo, lo que te tengo que decir, lo que sale de mi boca. Cada que me besas pienso en ti de la forma más inocente, tiendo a recapitular esta historia que ya es común entre nosotros: Gabriela, 21 años, le gusta teñirse el cabello de todo tipo de colores (color actual: azul), le gusta el cigarrillo, no se arrepiente haber besado a Gretél (en el café) o a Lucía (esa noche que salimos a repartir flyers), tatuaje de gato en el hombro, violada a los 13 años por amigos, falsos amigos. ¿Qué más necesito saber de ti? si con esto me basta, con que quieras estar conmigo me basta.

Tu idea me emociona: la oscuridad como elemento. ¿Entonces ya es de noche?. Todo se vuelca cuando no nos interesa nada más que estar los dos a oscuras. Podemos encender un cigarrillo y empezar a contarnos cosas que nunca pasaron, inventar personas que nunca existieron, sufrir por cosas que son de otras personas. Me cuentas sobre Vaby, la difícil situación en la que te puso cuando te llamo y te dijo que quería acostarse contigo (son tus palabras) y que no podía, que no podía, que ahora no podía (así lo dices). Tú sabías que Vaby se estaba desangrando y que no aguataría más de media hora, pero tu egoísmo estuvo dispuesto a hacerte creer que sólo quería llamarte y decirte esas cosas, las cosas que siempre quisiste oír. “Al día siguiente llamaron al café” dices con tristeza. “llamaron y no podíamos creerlo, me temblaban un poco las manos”. Linda imagen, me resulta increíble que tenga la capacidad de que las imágenes me sean indiferentes: Vaby muerta en su habitación, Vaby desangrada, Vaby sonriendo, Vaby con el deseo de acostarse contigo, con un frasco en la mano de benzodiacepina, porque esa era la primera opción. ¿Hablemos de Vaby?, ¡ohh Vaby!, quién diría que esa chiquilla flaca nos traería tantos problemas, ¿Algúna vez te conté cómo nos conocímos? La conocí mucho antes que llegara al café. Estaba muy sólo y dispuesto a las cosas más increíbles que podrías imaginarte, Roberto (¿no recuerdas a Roberto?, el tipo alto y calvo que siempre se enoja conmigo porque ya no quiero fumar de lo que el fuma, y siempre insiste, siempre anda persiguiendonme) Sí, él mismo, me dijo que se parecía mucho a mi ("a vos", lo dijo así) no quise creerle, pero con el tiemo descubrí que era muy cierto, que sufriamos del mismo mal, que guardabamos furiosamente un mismo secreto. Cuando hablaba no miraba a los ojos, se quedaba perdida en la boca. Sólo nos besamos una vez. Es increíble que ahora tengamos que hablar de ella como una circustancia, porqué a perdido todo el privilegio que nos separa de los muertos. “Se ha traicionado” te digo, ¿será cierto que te lo digo a ti? La traición también como elemento. No soy el idiota que trata de oponerse, que oculta el espanto de las escenas, que intenta abrazarte como si lo necesitaras. Es necesario despertar e irse a caminar por el puente de Mirella, bajar unas cuantas calles y entrar al departamento.

Huele a retorcido, huele a espanto.

Se cierra la puerta. Un cuerpo desnudo muerde con furia una boca. Tantear las paredes –polvo en las paredes–, encender la luz y cerrar los ojos para volver a lo nimio. Estás a punto de tomar de mis manos (empiezo a cerrar los ojos, empiezo a acatar tus deseos, tu desconfianza) siento las sortijas de tus dedos y deduzco que tienes las uñas pintadas de rosa “al igual que la de los pies” digo y sé que me entiendes, sabes que lo digo porque acaricio tus manos y me entretengo con tus dedos, con las sortijas que llevas en los dedos. Se escucha a alguién que está junto a la cama, I'm not the kind of fool/Who's gonna sit and sing to you/ About stars, girl/But last night I looked up into/The dark half of the blue/And they'd gone backwards. Alguien que empieza a cantar, que también quiere ingresar en nuestro orden

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