Domingo áspero y pequeños fragmentos.

Desempolvé un cuento.
De las viejas cosas que he escrito siempre encuentro algo bueno, a pesar que con el tiempo me volví crítico áspero, siempre surge un párrafo, una línea, una idea o un dibujo al que hay que prestarle un poco de atención; dice algo y ese algo es importante. Dentro de un sinfín de adornos, hay una cosa sincera; que germina y transmite algo, es lo más real.

Este cuento (incompleto, como todo) lo escribí el 2013, una época en la que tenía el suficiente tiempo libre para observar y pensar. Trabajaba en el estudio de tatuajes, lo cual me remitía siempre a una variedad fecunda de personajes que nunca había pensado siquiera cruzármelos. Una de ellas fue Viti, nombre que me inventé, pues nunca supe el real. Pequeña, nariz respingada, vestía siempre de negro, simpática prepotencia. Pasaba desapercibida frente a los demás, siempre cubierta de una soledad que era su mejor carta de presentación. Hablamos muy poco pero tomamos algo de confianza. Al hablar decía cosas muy interesantes y diferentes, lo que más que fascinaba era esa diferencia, ese pensamiento distinto que también era una forma de protegerse. Al final era una chica muy sensible a la que le habían pasado muchas cosas malas. Días antes de no volverla a ver más me contó algo íntimo, que la tenía entre preocupada y feliz (como lo es con todas, supongo) estaba embarazada, recién tres meses y no tenía la más mínima idea de lo que vendría para ella de ahora en adelante, ni siquiera sabía si tener o no al bebé. Me dijo algo que me llamó muchísimo la atención; más que todo por la tonalidad poética que desenfunda una frase así. Dijo ¨Embarazarse es como tener muchas hormigas caminando por la piel¨ Así paré un poco mis ideas, y surgió, dentro de la larga verborragía del cuento que escribí, un párrafo que me gusta y me hace recuerdo a eso dulce que me dijo.

Fragmento de ¨Las Hormigas¨ 

Se quedó en el baño fumando un cigarrillo. Sentada en el declive de la ducha, casi en cuclillas, miraba hipnotizada como el humo de nicotina se confundía con el vapor. Estaba desnuda y el cabello lo tenía aún mojado. Pensaba en lo difícil que era todo a partir de ahora, de ese día. Gretél ya no volvería a llamarla nunca más, no volvería a ver a Pili, los chicos del café no querían ver sus jodidos dientes chuecos. No tenía dinero y por lo visto tampoco tenía trabajo. Y ese inquietante hervor en la panza, esa maldita sensación de golpeteo y caricias que no la dejaban tranquila, ni por las noches, ni por las mañanas. “Eso” se iba convirtiendo en un problema también, tal vez el más grave. Tenía cuatro meses de embarazo, y su delgadez hacía notar mucho más su barriga abultada. Tenía un apetito terrible, y se pasaba casi todo el día comiendo pero a su vez, y en las justas medidas, también bebía y fumaba cigarrillos. Todo le parecía tan temible pero a la vez tan tranquilo ¿Por qué el mundo ya no era el de antes, el de hace unos meses?... Una ceniza cayó a sus pies, sus dedos blanquísimos estaban cubiertos de pequeños puntitos que subían y mordisqueaban la piel. Miró de más cerca: del desagüe salían un montón de hormigas que se apresuraban por todos lados, como si se hubieran visto de repente descubiertas por un monstruo. Viti las dejó. Excepto a una, que tanteaba la superficie con sus pequeñas antenitas, indiferente a las demás que correteaban a su alrededor. Viti posó por un momento la brasa del cigarrillo encima de la hormiga, sabía que se lastimaría la piel, pero lo que todavía no le impedía presionar con fuerza eran los movimientos de la hormiga, que esta vez movía sus patitas furiosamente como si se hubiese percatado de la gran braza que estaba encima de ella, cómo un gran sol. La hormiga subió por la rodilla y llegó hasta una parte del muslo, donde la carretera se tornaba pedregosa de cortaduras blancas. Viti la vió ciega, indefensa, aun tanteando con sus antenitas. Hundió la braza encima de la hormiga y encima de su piel, aguantó unos segundos hasta que dejó de morderse los labios y emitió un gritito doloroso. Después miró a la hormiga chamuscada encima de una piel despellejada y rojiza. Sonrió.

Unos minutos después, empezó a oler a chamusquina y marihuana.

¿Por qué las hormigas roen la carne? Solo acerca un poco la oreja a ese montón de tierra. Las tenazas cortan los tejidos, violentamente estiran y hacen crujir, se introducen. Dentro rompen, desgarran y seducen. Y entre ese montón de patitas y forcejeos van moviendo cada vez más. Se trasladan cada vez.
Solo escúchalas Viti ¿No sientes que a nosotros también nos roen en alguna parte del cuerpo?

Comentarios

Entradas populares